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Aprendiendo a vivir a la distancia

  • Foto del escritor: Dani Quintana
    Dani Quintana
  • 3 sept 2016
  • 4 Min. de lectura

Mientras estoy escribiendo mi siguiente post de Mussoorie y lo mucho que me gusta, recibo una noticia triste que me hace cambiar de post y escribir algo mucho más personal...


Yo vengo de una familia muy unida y grande, desde pequeñita viviendo en la casa de mi abuelita me acuerdo de los domingos, ver llegar a los 7 hijos con sus esposas ó esposos (tías/tíos) e hijos (primos/primas) Era una casa pequeña de las de antes con un zaguán de madera largo y cuartos a todo lo largo hasta llegar al comedor y la cocina, empezaban a tocar el timbre y llegaban unas 25 personas para comer olla de carne ó sopa de plátano ó alguna de las deliciosas recetas de mi abuelita. Lo más chiva de todo era vernos a todos los chiquitos sentados en medio zaguán comiendo porque obviamente no había comedor para 25 personas, así que tocaba piso y después de comer, todos hechos un puño en la sala viendo los partidos de fútbol (de ahí el amor por el fútbol y lo que disfruto un domingo viendo partidos), será que de alguna manera me transporta a mi infancia.


Y así éramos para todo, venía Navidad y nos íbamos para la finca todos como por un mes, desayunando, almorzando y cenando juntos, turnándonos quién lavaba los platos, quién hacía el desayuno, haciendo granizados con un kilo de leche pinito hasta que no pudiéramos tragar de la pega que teníamos, quedándonos en la piscina hasta que se nos arrugaran los dedos y mi abuelita nos dijera que nos íbamos a hacer sirenas... montando a Pito y a Glenda (caballos) yo muy ágil diciendo que sabía andar y salir corriendo a la calle principal sin saber cómo pararlo... son todos recuerdos muy chivas y me enorgullece decir que viví una de las mejores infancias del mundo

Y entonces viniendo de una familia así, uno no entendía cómo en el cole los compañeros decían que iban a pasar Navidad en la playa y año nuevo con los amigos porque para mí lo más chiva era pasarlo con la familia, que además si me preguntan por mis amigos los puedo contar con la mano porque son realmente mis hermanos y primos, mis mejores amigos, que sé que aunque esté de mal humor ó amargada, como muchas veces pasa, siempre me van a amar, me van a cuidar y van a estar ahí. Pero es todavía más fuerte obviamente con los adultos de la familia, ¡que respeto tan grande y que sentido de tranquilidad nos dan!, mi mamá que siempre ha estado para mí y que ha sido la más chineadora del mundo y que siempre me da esa paz de que todo va a salir bien, mi papá que me ha enseñado a luchar y trabajar duro sin peros y sabiendo que uno puede lograr lo que quiera en la vida, pero en general todos los tíos que son angelitos también y que estoy segura Diosito nos los da como segundos papás en la vida. Y esque siempre están ahí para mi, recuerdo el año pasado cuando le detectaron el tumor a mi gordo (mi perro Frodo), ese día el doctor nos dijo que le daba pocos días de vida y entonces en la noche empezaron a llegar la familia para verlo, comer y pasar tiempo juntos... son esos detalles los que amo, aunque claramente no seamos la familia perfecta y muchas veces somos un poco disfuncionales, que amor tan grande siento por todos.

Julieta y Jorge Quintana (mis abuelos)

Pero empezamos a crecer y claro que queremos seguir los mismos pasos y soñamos con tener nuestras familias e hijos (y ojalá sean 7 para que sea igual que nuestra infancia, jajaja, y puedan vivir lo que nosotros vivimos). Yo me imagino que es la ley de la naturaleza, pero ¿qué pasa cuando con esta nueva ilusión que tenemos, nos vamos a vivir al extranjero y venimos de una familia tan pega? Pasa que cada fiesta que hacen, cada vez que se reúnen, cada cumpleaños, cada cosa que celebran desearíamos estar ahí… y no es que no seamos felices con la familia que estamos ahora formando sino que tenemos el corazón dividido a la mitad. De este lado tenemos todo lo que amamos y queremos construir para nuestro futuro y del otro lado todo, personas vitales de nuestra vida.


Entonces aquí estoy un año después aprendiendo a vivir en el extranjero viendo todo lo lindo que tiene, conocer nuevos amigos, conocer nuevas culturas, aprender nuevos idiomas, crecer como pareja y la verdad que pienso que nos fortalece mucho como pareja, porque somos nosotros contra el mundo y eso es chivísima, es un amor como cuando Popeye come espinaca.. jaja, algo parecido.


El post se llama aprendiendo porque es un aprendizaje día a día y aún no está cien por ciento, vamos a decir ¨amaestrado¨, pero quería hacer una oda que aunque no está en verso, sí es un homenaje a mi familia y a lo feliz que me hacen y en especial para mi Tío Ro, que voy a extrañar con toda mi alma y para que de alguna manera llegue este amor tan grande al otro lado del hemisferio y así digamos, que es un amor incluso capaz de derribar fronteras.

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